La interpretación en el Teatro de la Zarzuela de la ópera ‘Gal·la Placídia’, concluida por Jaume Pahissa en 1913, invita a reflexionar sobre los perfiles que presenta la actual recuperación de la centenaria ‘ópera española’. El teatro madrileño repartía estos días un documento en el que se explica que la puesta al día de obras olvidadas ha definido buena parte de su programación en las cuatro últimas décadas y, de manera especial, en los últimos diez años en los que se han difundido títulos perdidos y firmados por Chapí, Giménez, Guridi, Bretón, Pahissa, Luna y Pedrell. En este último caso, con el estreno absoluto de ‘La Celestina’. Se trata, y así se escribe, de ‘un ejercicio de memoria histórica’ que incide en la lógica sus objetivos institucionales y que también se debería añadir a la voluntad contemporánea por (re)interpretar la historia del arte desde puntos de vista inéditos y al margen del pensamiento ‘oficial’ que la tradición depuró. ‘Gal·la Placídia’ es, en este sentido, un acontecimiento relevante pero también un gesto de normalidad que enriquece nuestro conocimiento del pasado como trampolín del presente.Ópera ‘Gal·la Placídia’ Música y libreto Jaume Pahissa Intérpretes Maribel Ortega (Gal·la Placídia), Antonio Lliteres (Vernulf), Simón Orfila (Ataülf), Carles Pachon (Sigeric), Carol García (Llèdia), Carlos Daza (Vèlia), Marc Sala (Varogast), Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de la Zarzuela, Coro de la Comunidad de Madrid Dirección musical Christoph König Lugar Teatro de la Zarzuela, Madrid Fecha 8-III 3Sin embargo, en este proceso y en relación con la ópera española, hay síntomas distintivos que llaman la atención y que se relacionan con la tensión ambiental que genera un ‘reestreno’ como el que tiene lugar estos días en la Zarzuela. Algo se deduce de los vídeos que el teatro cuelga en YouTube y los textos que promociona en su estupendo programa de mano, con protagonismo de Emilio Casares , experto de referencia en el repertorio operístico nacional y alma de una buena parte de los títulos recuperados en los últimos años, incluyendo este último. Su rigor en la contextualización de la obra corre en paralelo a su irredento entusiasmo sobre el actual proceso de recuperación del teatro lírico frente al que no admite la más mínima negociación y al que es fácil adornar con laureles. Para que no exista duda, y sin posibilidad de una contrapartida que lleve a la discusión, hay que añadir el texto que también se incluye en el programa de mano y con el que el periodista Adolfo Marsillach, en 1913, coronó en lo más alto la ópera de Pahissa tras su estreno, ese mismo año, en el Liceo de Barcelona (por cierto, en italiano y no en su catalán original, curioso). Noticia Relacionada estandar No El veredicto de ‘La pasajera’ Alberto González Lapuente Los hechos adheridos a esta obra van más allá, pues penetran en la vivencia del HolocaustoEs obvio que existen otros testimonios que apuntan en direcciones menos panegiristas y que merecería la pena conocer: ¿ hasta qué punto beneficia a la escucha o a la propia consideración de la obra semejante alarde de adjetivación en lugar de un análisis crítico o de una correcta ubicación en la Cataluña de principios del XX, por cierto tan apasionante por su energético entusiasmo y no menos por los pliegues y contradicciones que inevitablemente subyacen en la ópera de Pahissa? Parece una duda razonable a tenor de lo escuchado sobre el escenario del Teatro de la Zarzuela y al margen de la propia recuperación, cuya importancia (ya se ha dicho) es indudable y que hay que seguir ampliando a otras muchas obras perdidas que deberían volver a sonar tras una minuciosa lectura que detectara su verdadera entidad . Y no solo eso, porque a estas alturas se debería aspirar a que el esfuerzo realizado pudiera tener consecuencias, por ejemplo mediante la difusión audiovisual del concierto (en este caso no se ha hecho ni la habitual grabación de Radio Clásica), que sería la forma de dejar verdadero poso más allá de las estrictas paredes del teatro. El ejemplo que da la colección ‘Opera rara’, Palazetto Bru Zane o la Fundación March aclaran esta cuestión. En caso contrario, será inevitable seguir llorando ante la sospecha de que estos proyectos siguen ocupando una posición demasiado secundaria en cualquier programación.Llega luego la estricta interpretación y con ella otras consecuencias. Entre las cuestiones estructurales está la presencia de la Orquesta de la Comunidad de Madrid como titular de la Zarzuela, una agrupación que exige a gritos una reforma y cuya baja calidad es algo que clama al cielo . Sigue la dirección musical de Christoph König, actual titular de la Orquesta y Coro RTVE, quien pasa el examen con un simple aprobado . Y al final, queda el reparto cuya representación puede centrarse en tres protagonistas. Maribel Ortega , pegada a la partitura y cuyo ácida vocalidad resuelve con consistencia las partes más comprometidas de la romana Gal.la Placídia. Del lado contrario está Simon Orfila , otorgando autoridad al rey de los godos, Ataülf, con una soltura y solvencia notables. Y destaca Antoni Lliteres porque se lleva la parte más compleja. El papel del noble godo Vernulf está lleno de trampas y dificultades. Lliteres es alguien muy seguro en la emisión, con poderoso agudo y resuelve sin problemas una línea vocal que se distingue de todas las demás por su complicación.Pahissa centra sus intereses en el perfil de este personaje frente a la verdadera titular de la obra. Quizá con ello trata de enfatizar el sentido humano y guerrero de un asunto que enfrenta a los godos catalanes con el imperio romano, según narró originalmente Ángel Guimerá, y que en una estricta consideración dramática hace aguas. Es evidente que la fortuna literaria de la ópera es muy inferior al alarde musical. ‘Gal.la Pacidía’ se resiente por la sofisticación de un libreto confuso e imposible, que coloca a la obra en una peligrosa posición de acartonamiento escénico. ¿No es la representación teatral el fin último de cualquier ópera? ‘Gal.la Pacídia’ pierde, por tanto muchos enteros que no impiden seguir admirando a Pahissa y a su fe por la obra de Wagner, aquí situada a la altura del mejor acólito. Hay que considerar al autor un hijo de la ‘hermandad wagnerista’ que tanta implicación tuvo en el Liceo, que en los primeros años del XX dedica un 25% de su programación al autor alemán y un 2% a autores catalanes. Por allí también entró a España la música de Richard Strauss, la otra pata de la obra de Pahissa, quien entremezcla en un puzzle sobresaliente figuraciones musicales que remiten a ambos autores y que suponen una conciliación poderosamente ecléctica.Puede entenderse con facilidad focalizando la atención en los dos dúos de Vernulf y Placidia , en el segundo y tercer acto. Particularmente el primero de ellos (‘Sola… oh Déu, tinc por!’) pues es un punto culminante indiscutible. Los hallazgos orquestales suenan entonces con una originalidad muy particular, la tensión dramática se fortalece y la narración musical adquiere una dimensión personal a la altura del talento musical de su autor. Porque Pahissa ha sido, en estos últimos años, bien tratado por el Teatro de la Zarzuela que ya en 2020 recuperó su ‘Marianela’. Nada cabe objetar a esta pequeña consideración si se contempla el alcance musical de su obra tan sincera y honesta como el propio personaje. Lo revelan algunas de sus publicaciones. Por ejemplo, la biografía que dedicó a Manuel de Falla (Buenos Aires, 1947), amena, entrañable y precisa en el análisis de la música y sus influencias. El propio Pahissa demuestra ahí que conocía bien la importancia de estas ‘sombras’ estilísticas que tanto le contaminaron y que apuntan al ‘gran camino de la música occidental’. Más aún, y son sus palabras, cuando los ‘detalles se exponen con absoluta veracidad … exhalan un gran sentido de humanidad, por ser, no solamente espejo fiel de un caso vivo y concreto, sino imagen general de la carrera, la labor y el triunfo, si llega, de todo artista’.RSS de noticias de cultura/musica Read More 

By