Desde muy temprano -las puertas del templo abrieron a las siete- comenzó a formarse una larga fila para ingresar al imponente templo tras atravesar los controles de seguridad y rendirle un tributo a Francisco. Sus restos reposan en una sencilla tumba -tal como era su deseo- con una lápida con la inscripción “Franciscus” y la reproducción de su cruz pectoral y una imagen del Buen Pastor.  

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